Salazar: corporativismo, nacionalismo y desarrollismo (I). El surgimiento del estado corporativo.
Todos los que nos consideramos derechistas de viejo cuño sabemos quien fue Oliveira Salazar, primer ministro de Portugal durante cuarenta años, hombre austero de sólidas convicciones y arquitecto del Estado Novo, el régimen político que dominó el país luso entre 1933 y 1974. De la misma manera, todos tenemos cierta idea de lo que significa "coporativismo", aquel sistema que propugna la ordenación de la vida económica a través de grandes asociaciones de trabajadores y obreros, buscando el final de los conflictos de clase. Así pues, no vamos a extendernos más en las presentaciones y pasaremos directamente a narrar como Oliveira Salazar conoció y aplicó un modelo al que llamó "corporativo", como era realmente este sistema y que resultados obtuvo. Tradicionalmente, se ha considerado al Estado Novo como un ejemplo de fracaso, incapaz de sacar a Portugal de la pobreza. Comprobaremos si fue así.
Las teorías corporativistas, primero de carácter católico y después de carácter fascista, estuvieron en auge durante toda la primera mitad del siglo XX y fueron adoptadas, ya fueran en la primera versión o en la segunda, por distintos gobiernos. Entre aquellos que más cerca estuvieron de realizar el sueño corporativo podemos destacar dos: el canciller Dollfuss en Austria y Salazar en Portugal. Este último entró en contacto con estas tendencias ideológicas en Coímbra, cuya universidad se había convertido en un lugar de reunión de los nacionalistas, católicos y antiliberales en general. En ese ambiente, el futuro primer ministro estudiaría a fondo la encíclica papal donde se proponía la fórmula corporativa como solución intermedia entre el capitalismo liberal y la planificación socialista: la Rerum Novarum, de León XIII. A estos planteamientos sociales de raíz católica se uniría también el nacionalismo, el tradicionalismo y el autoritarismo, tan extendidos entre la derecha de la época e influido especialmente por Charles Maurras (Serapiglia 2009, 5).
Todas estas teorías pudieron ser aplicadas cuando, en 1933, Salazar pasó de ser un exitoso ministro de hacienda (literalmente, salvó a Portugal de la bancarrota) a ser el primer ministro y recibir amplísimos poderes. Entonces, redactó una nueva constitución en el que se establecía el Estado Novo, definido como "una república unitaria y corporativa".
Inmediatamente, los trabajadores de todos los sectores fueron encuadrados en diversas organizaciones inspiradas en los gremios del pasado. Así, se tejió una vasta red de organismos (corporaciones, federaciones, gremios, sindicatos, casas del pueblo…), jerarquizados tanto en sus funciones como geográficamente, siendo las corporaciones el nivel más alto de la pirámide. Sería muy largo desarrollar de forma amplia todo este sistema, de modo que al final de la página se adjuntará un artículo de la historiadora Dulce Freire en donde se desgrana perfectamente*.
¿Puede decirse que este complejo entramado institucional funcionó realmente como una forma descentralizada y subsidiaria de gestionar la economía? Sí y no. Por una parte, la economía del país siempre estuvo dirigida, en última instancia, por el estado. Era el ejecutivo, como veremos posteriormente, quien determinaba las grandes líneas que debería seguir la economía portuguesa; además, todas y cada una de las competencias que tenían los órganos corporativos derivaban del Ministerio de Comercio e Indsutria, el cual en 1940 sería reconvertido, junto con el Ministerio de Agricultura, en el Minsterio de Economía. Por último, al lado de la pirámide corporativa aparecieron una serie de organismos cuya existencia debía limitarse al periodo de formación de las corporaciones, a las que deberían trasladar sus competencias. No obstante, esto no sucedió y se mantuvieron durante todo el régimen. Estos organismo "para-corporativos", a saber, institutos, comisiones reguladoras y juntas nacionales, poseían la capacidad de fijar precios, controlar importaciones, garantizar la calidad de los productos, proporcionar subvenciones o regular los mercados a base de comprar y almacenar artículos, siempre siguiendo las directrices de los organismos públicos.
Pese a todo, las organizaciones de la pirámide no eran simplemente una excusa para mantener a los agentes económicos encuadrados bajo un estado autoritario, como se ha dicho en ciertas ocasiones. Su principal razón de ser, extraída de la doctrina católica, era la de harmonizar los intereses de clase; a esta función primordial, se añadió la responsabilidad de garantizar, con un éxito dudoso según Garrido (2020, 269), la asistencia social a la población. Fue el Estatuto Nacional del Trabajo de 1933 quien entregó a los sindicatos y a las casas del pueblo (entre otras asociaciones) la tarea de gestionar sus propios fondos para proteger a sus miembros en situaciones de enfermedad, vejez e invalidez. Más allá de esto, también estaban autorizados por el estado a realizar convenios colectivos, adoptar funciones de arbitraje entre partes e intervenir en los mercados de sus respectivos productos.
Así pues, más que de un estado corporativo ideal, en el que, a imagen y semejanza de los gremios medievales, las corporaciones son autónomas y poseen amplios poderes de tipo social y económico, deberíamos hablar de una economía dirigida construida sobre una estructura institucional de tipo corporativo, que servía de apoyo a los grandes planes del ejecutivo, controlado por Salazar. El prestigioso profesor de economía era un hombre profundamente tradicional en todos los sentidos, incluido el económico. En ese sentido, podría ser considerado un hombre pre-keynesiano, pues sus principales metas económicas iban muy en línea con sus metas sociales: garantizar, ante todo, la estabilidad y el equilibrio tanto interno como externo, aunque eso supusiera dejar en un segundo plano el desarrollo económico. Estos principios acompañarían al salazarismo hasta el final de sus días, más el primer ministro se vio obligado a ser pragmático y a variar su rumbo a lo largo de los años. Por ello, le régimen basculó desde posiciones muy nacionalistas, favorables a la autosuficiencia y al mundo rural, hacia la aceptación del desarrollo entendido como progreso industrial y material. Esta evolución es la que se verá a continuación, siendo muy similar en su materialización a la que tuvo lugar en el país vecino, la España de Franco.
*https://repositorio.ucp.pt/bitstream/10400.14/26719/1/13.%20Construc%CC%A7a%CC%83oSistemaCorporativo.pdf
Bibliografía:
- GARRIDO, Álvaro. 2020. "The institutionalisation of a new social policy in the Portuguese Estado Novo. The struggle for a corporatist welfare (1933-1945)", en Historia y Política 44, 251-273.
- SERAPIGLIA, Daniele. 2009. “Il corporativismo nell’Estado Novo. Dalla promulgazione della Rerum Novarum al primo dopoguerra”, en Storicamente 5, 1-16.
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