Facción Viluma: entre la Tradición y la Revolución

Un fantasma recorre Europa. Un fantasma que parecía muerto y enterrado pero que, en medio del derrumbamiento a cámara lenta de una civilización milenaria, vuelve a sentirse en el viento. 

Es el fantasma de la propia Europa. Las naciones de este continente, que antaño formaban la aristocracia del mundo, viven ahora de las glorias pasadas en un planeta que ya no es suyo, adelantadas por naciones más jóvenes, viriles y valientes que marcan el compás del siglo XXI. Atrapadas bajo una montaña de burócratas, intereses y complejos, las naciones del Viejo Continente languidecen, cada vez más dependientes económicamente, irrelevantes geopolíticamente, derretidas culturalmente y envejecidas demográficamente. Y de entre todas ellas, nuestra España, junto a sus hermanas del Mediterráneos, es la que más adolece de todo esto. 

Pero no todos los europeos (y, por ende, no todos los españoles) se han resignado a contemplar el hundimiento de este barco. En los últimos años, muchos han decidido decir NO. NO a pedir perdón por existir; NO a filosofías y formas de vida extranjeras; NO a un multiculturalismo que deriva en sociedades fallidas; NO a una globalización al servicio de intereses apátridas; NO a perecer. 

Estos europeos heterodoxos son los que, de una forma u otra, han logrado escapar del marco surgido durante la etapa anterior: la Guerra Fría. Ya no existe una Europa capitalista amenazada por el comunismo; tampoco existe ya ese mundo decimonónico dominado por grandes imperios, patrones industriales y la religión, del que solo el marxismo va a salvarnos. Nada de eso: vivimos en un mundo donde es el mismo concepto centenario de estado-nación el que está en peligro. Después de haberse forjado sus estructuras en la edad moderna, de haber visto su cénit en el romántico siglo XIX y de verse paulatinamente superado en el XX, el estado-nación se encuentra ahora atrapado entre aquellos que sueñan con aldeas globales y federaciones artificiales (como los hipotéticos Estados Unidos de Europa) y aquellos que desean acabar con las fronteras políticas para convertir el mundo en un inmenso mercado donde el poder financiero de Wall Street, la City o Hong Kong lo controla todo. En resumen, un mundo líquido y fugaz, de individuos totalmente libres de raíces, comunidades y valores. Un mundo donde tú, como persona, no eres más que un consumidor, una papeleta o un usuario de Twitter. 

Contra esto se están levantando algunos ciudadanos de esta vieja Europa. Poco a poco, nuevos partidos y comunicadores extienden este mensaje sobre las masas, creando un movimiento que todavía está empezando a andar, especialmente en España. Para todos ellos y para todo aquel que quiera unirse a esta joven causa nace este blog, cuyo principal objetivo es exponer el mundo desde una perspectiva identitaria o, más concretamente, desde una perspectiva española. ¿Qué significa esto? Significa que el sujeto en base al cual se expresarán las opiniones y de quienes se defenderán los intereses en este espacio no será el individuo, ni la clase social, ni “la humanidad”, ni la Revolución… será la nación española, entendida como comunidad de familias unidas por la sangre y la historia, cohesionada alrededor de lazos de tipo cultural e institucional forjados a lo largo de los siglos; un colectivo vivo reconocido y activo en el concierto de las naciones, formado por personas con intereses compartidos y un futuro en común. 

Nótese que, aunque el concepto mismo de nación política es inequívocamente moderno, surgido de las revoluciones del siglo XIX, no se reniega ningún momento de la importancia de la Tradición, de la costumbre y de la forma de ser propia de este nuestro país. El estado nación no es más que la forma más reciente, compleja y eficaz de organizar y potenciar una comunidad ya existente y en ningún caso podrá sobrevivir si abandona o ataca los lazos, costumbres y la identidad de esta. Defendemos el pasado pero siendo conscientes de nuestro presente, de ahí el subtítulo del blog: Entre la Tradición y la Revolución.

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